App Con corazón y cerebro. Inteligencia emocional, autorregulación y bienestar personal

Ya está disponible para Android, y en breve para IOS. Una aplicación totalmente libre que he podido desarrollar gracias al apoyo de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía y FEUSO.

Tras publicar el libro: Con corazón y cerebro, doy continuidad al proyecto con esta aplicación que se fundamenta en las tres «Ces» de un programa de educación emocional: Conocer, Canalizar y Compartir. Precisamente, algunas de las competencias emocionales y socioemocionales incluidas en esas tres dimensiones son las que la APP pone en juego.

Para saber un poco más de ella te invito a escuchar esta breve entrevista en el programa de radio Más que uno Aragón, de Onda Cero:

https://www.psicoaragon.es/actualidad/entrevista-martin-pinos-sobre-la-app-con-cabeza-y-corazon-en-onda-cero

Descarga aquí la app: Con corazón y cerebro

Webinar: Educar con corazón y cerebro

Enmarcada en el Ciclo de Inteligencia Emocional en tiempos de crisis, promovido por la Asociación Aragonesa de Psicopedagogia, COPOE y la Red Internacional de Educación Emocional y Bienestar, he tenido la oportunidad de impartir este webinar moderado por el Dr. Rafael Bisquerra. Fue un placer compartir ese rato del viernes 22 de mayo con tantas personas de Latinoamérica, España y otros países. Gracias a todas ellas.

Aquí el vídeo:

Podéis acceder a las 4 webinars del ciclo aquí: https://rieeb.com/cicloie/

«No se han cerrado las escuelas» y 7 ideas más para el debate

No se han cerrado las escuelas, sino los edificios escolares. La escuela es algo más que las aulas físicas y sigue abierta, pero ha traslado sus actividades educativas de los centros a los hogares del alumnado, y del profesorado. Un reto sin precedentes para toda la comunidad educativa.

La situación de confinamiento domiciliario obliga a repensar dos de las preocupaciones básicas de la educación: cómo podemos garantizar el aprendizaje del alumnado y su bienestar personal. Quien pretenda desligar ambos fines chocará de bruces con la realidad de que sin un adecuado estado emocional ni se puede aprender, ni se puede enseñar.

Cuanto menos, parece preocupante que buena parte del foco de atención mediático no se esté posicionando en el aprendizaje del alumnado y su bienestar sino en cómo determinar su calificación final y las consecuentes decisiones sobre su promoción, como se trasluce en las aportaciones del propio Consejo Escolar del Estado, o incluso de algunas administraciones y asociaciones docentes o de familias. Desde algunas perspectivas, en un intento de dar normalidad a una situación, que nada tiene de normal, parece que el objetivo principal ha de ser avanzar con el nuevo modelo de formación no presencial en el proceso de enseñanza y aprendizaje articulado en el currículo oficial y, por supuesto, implementar un proceso de evaluación que pueda determinar la superación del curso y la promoción.

«La calificación, al condicionar normativamente la promoción y la titulación, parece que está usurpando la finalidad de la evaluación»

El pequeño problema con el que nos topamos es que la formación presencial y a distancia no son equivalentes, y que en ésta última se acentúan todavía más las desigualdades por cuestiones personales, familiares, socioeconómicas, territoriales, tecnológicas o de conectividad. No todo el alumnado tiene acceso a los mismos medios tecnológicos y recursos, o cuenta con los mismos apoyos en el hogar o está disfrutando/padeciendo situaciones vitales equiparables. Si presencialmente ya resulta complejo compensar estos desequilibrios, lo es más en un modelo no presencial que agudiza la brecha digital, social y educativa. Pero quiero ser más concreto y plantear 7 ideas pensando en las necesidades del alumnado y en la carga que estás asumiendo el profesorado y las familias:

1. Asumiendo la complejidad e incertidumbre que nos toca vivir, proponer al alumnado una carga de trabajo sensata evitando la ansiedad y el estrés. No sería razonable pretender trasladar el horario habitual de clase y todos los aprendizajes que estaban previstos para desarrollarse antes de la crisis sanitaria a los hogares, sin que ello derive en una saturación que aboque a la desconexión en lugar del aprendizaje.

2. Seleccionar los aprendizajes para centrarnos en los más importantes y marcar los plazos de trabajo y entrega con flexibilidad. Prescindir de lo accesorio o de lo que, por su complejidad, necesitaría de nuestro acompañamiento presencial o de la interacción física con sus iguales. Recordemos que no estamos a su lado para ayudarles y que el apoyo que les damos no es inmediato. Huir de los ejercicios o problemas puramente mecánicos y repetitivos.

3. Facilitar recursos tecnológicos y didácticos variados, contrastados y precisos que apoyen el aprendizaje, que fomenten la creatividad y el pensamiento crítico; que les inviten, en lo posible, a colaborar con otras personas. Y contemplando el principio del diseño universal del aprendizaje, habrá que tener presente las posibilidades individuales, su situación personal y sus recursos para que les lleguen a cada cual por la vía que tengan disponible. 

4. En una situación extraordinaria como esta, las emociones están a flor de piel y las competencias emocionales son más necesarias que nunca para no dejarse arrastrar por la ansiedad, el miedo o la tristeza. También para permitir que el alumnado, y el profesorado, puedan pensar con claridad, planificar, resolver problemas o tomar decisiones acertadas; en definitiva, puedan aprender y enseñar. Promover emociones agradables (curiosidad, admiración, seguridad, alegría, afecto…) respetando el tiempo de ocio, animándoles a que hagan actividad física y jueguen, a que se relacionen con el resto de la familia y sus amigos-as (de forma regulada a través de las redes sociales), a que se relajen, lean por placer, duerman lo suficiente…, es tan importante para que el cerebro esté en condiciones de aprender como las tareas y actividades académicas que les podemos mandar.

5. La calificación, al condicionar normativamente la promoción y la titulación, parece que está usurpando la finalidad de la evaluación, cuando es una mera consecuencia de la misma. La verdadera finalidad de la evaluación reside en su potencial para ayudar a mejorar la realidad evaluada: el aprendizaje del alumnado y los procesos de enseñanza. Poner el acento en la calificación es dar la espalda a la realidad de la brecha digital y pretender que la evaluación en el periodo telemático puede tener la misma validez y efectos que en la enseñanza presencial; y eso no es así.

Retroalimentemos positivamente su trabajo, interés y esfuerzo para estimular la mentalidad de crecimiento; evitemos las etiquetas descalificadoras y recurramos al “todavía no”, como fórmula para mantener sus expectativas abiertas. En la situación que vivimos, la evaluación formadora (para el aprendizaje), la autoevaluación y la coevaluación son más importantes que la calificación.

6. Este curso, en la evaluación final del alumnado, junto a la valoración de lo realizado durante el periodo presencial (los dos primeros trimestres del curso), podrían estimarse también los procesos y las evidencias de aprendizaje de este periodo no presencial, y ser tenidos en cuenta siempre y cuando puedan sumar, y no restar, en esa valoración final.

7. A pesar de la evidencia de la excepcionalidad de la crisis, de la brecha real entre el alumnado, de la incapacidad del sistema para garantizar la igualdad de oportunidades, parece que la promoción directa no encajaba en las previsiones del Consejo Escolar del Estado, o algunas autonomías, por el riesgo de “relajar la tensión educativa”. ¿Qué hay de negativo es relajar?, ¿atenta contra la excelencia? El éxito solo es inclusivo si está al alcance de todos y ahora, menos que nunca, eso lo podemos garantizar.

«La repetición de curso ha demostrado que no es la solución para la mejora educativa, ¿por qué habría de serla ahora?»

En cualquier caso, creo que la mesa sectorial de educación en la que ministerio y consejerías han decidió cómo afrontar este final de curso, acierta al aconsejar la promoción generalizada del alumnado (que no significa aprobado general). Acierta al plantear que es imprescindible limitar estrictamente los casos de repetición solo a aquel alumnado que, a criterio del equipo docente, saldrá beneficiado por la misma en su desarrollo académico y personal. La repetición de curso ha demostrado que no es la solución para la mejora educativa, ¿por qué habría de serla ahora? Y en el resto de casos promocionar junto con su grupo clase para poder acometer, con el apoyo de sus compañeros-as, el nuevo curso con programas de apoyo que compensen las carencias de aprendizaje. Replantear, por ejemplo, un currículo por ámbitos (lingüístico humanístico, matemático científico, lenguas extranjeras…) facilitaría en secundaria la entrada de metodologías más activas y la aplicación de esas medidas de refuerzo ya que al disminuir el número de asignaturas (concentradas en ámbitos) los recursos personales del centro podrían reorganizarse para potenciar la docencia compartida, o disminuir significativamente las ratios en las aulas.

En resumidas cuentas, cuando la mayor parte del debate en los medios y los sectores educativos se centra en la calificación para determinar si el alumnado debe o no promocionar, nos olvidamos de que lo importante es aprender, y de que la evaluación (que es mucho más que calificar) está al servicio del aprendizaje y adquiere significado en la medida que sirve de guía para tomar decisiones de mejora, solucionar problemas y comprender los fenómenos que han intervenido en ese aprendizaje. La única evaluación útil es aquella que estimula y nutre los aprendizajes de todo el alumnado, sin segregar, sin dejar atrás a nadie; aquella evaluación que entiende que ningún niño o niña es solo un número.

Recursos y actividades para el alumnado

He ido revisando en mi web Más competentes, más felices, los enlaces con actividades online para el alumnado. Hacía mucho tiempo que no los comprobaba. Quería ir subiendo poco a poco los enlaces ya actualizados organizados por competencias clave, pero me he dado cuenta de que se están compartiendo infinidad de recursos en internet, así que seleccionaré un poco más. Muchas páginas usan Flash Player como herramienta para el diseño de sus propuestas. Si no lo tenéis habilitado en vuestro navegador, tendréis que activarlo.

De momento, para poder trabajar la competencia Matemática aquí tenéis recogidos quince enlaces:

Para la competencia en Comunicación Lingüística, doce enlaces con recursos:

Doce enlaces para desarrollar con experimentos, vídeos, actividades…, la competencia científica:

Blog de la AAPS con una amplia selección de recursos para docentes y familias

Made with Padlet

Recursos para el aprendizaje en línea

Blogs con multitud de recursos on-line recopilados por Educación 3.0

Educación a distancia y gratuita. Para todos los niveles educativos

Corazón y cerebro… para aprender

¡Cuantas ilusiones, expectativas, proyectos se agolpan en los centros educativos y los hogares cada principio de curso! Pero también cuántas incertidumbres y temores. Te propongo hoy una mirada positiva y amable a nuestros niños y niñas, y a nosotros mismos, los adultos en los que, tantas veces, ellos se ven reflejados. Una mirada reflexiva y sentida que nazca en el corazón y se aquilate en la cabeza.

(Transcribo aquí, casi literalmente el artículo que publique el 11 de septiembre en el Heraldo de Aragón):

Hace ya varias décadas, uno de nuestros más grandes psicólogos educativos, César Coll, a partir de la idea de  Jean Houssaye, divulgó el llamado triángulo interactivo del aprendizaje. Este triángulo expone las interrelaciones que se producen entre el alumnado, profesorado y contenidos para explicar el aprendizaje en el ámbito escolar.

En un pequeño ejercicio de imaginación, propongo, en este principio de curso, sustituir el vértice de los contenidos por el de situaciones de aprendizaje. No son tanto los contenidos, como formas o saberes culturales que queremos que el alumnado adquiera, sino las oportunidades o los espacios de experiencia, los que generan aprendizajes. La labor docente, o de la familia, no pasa tanto por ofrecer contenidos sino por facilitar experiencias y oportunidades para aprender. El cambio parece sutil, pero implica, por ejemplo, que si el niño no consigue aprender algo, en lugar de repetir una y otra vez hasta que lo haga bien, a menudo es más eficiente ofrecerle nuevas situaciones de aprendizaje para afrontar el reto desde perspectivas distintas (a veces solo ligeramente distintas). No es lo mismo adquirir capacidades que competencias y el alumnado necesita de ambas. Poseyendo la capacidad, por ejemplo, en la multiplicación, aun no se tiene la competencia si no sabe aplicar esa capacidad ante nuevas situaciones. La capacidad expresa dominio en un contexto particular (generalmente escolar) y potencialidad en el resto. La competencia es dominio en multitud de situaciones más allá de la escuela, por lo que la resolución de problemas y la aplicación de los aprendizajes invitan a poner la mirada más en las situaciones y contextos de aprendizaje que en los contenidos.

Y puestos a cambiar un poco, ¿por qué no al vértice del profesorado le añadimos la familia, aceptando que el niño aprende no solo en la escuela? El resultado visualmente sería algo así:

Emergen como interacciones entre los vértices los tres pilares de lo que, en mi último libro, Con corazón y cerebro, desarrollo como el NET Learning, el aprendizaje basado en la Neurociencia (Neuroscience), la Emoción (Emotion) y el Pensamiento (Thinking).

Parece obvio que saber cómo se aprende es el paso previo para saber cómo se enseña. Los avances de la Neurociencia aplicados a la educación, la Neuroeducación, permiten hoy que el profesorado construya sus situaciones de aprendizaje a partir de lo que la investigación científica nos está revelando sobre cómo aprende el cerebro del niño y del adolescente. De esta forma las claves neuroeducativas conectan los tres vértices del triángulo, condicionan los planteamientos metodológicos y didácticos en el aula y dan pautas para las familias. Son claves potentes y a la par sencillas de aplicar como la importancia del movimiento y de la música en el desarrollo cognitivo al estimular la atención, la memoria y la motivación; el poder de las palabras y la retroalimentación positiva; las casi ilimitadas posibilidades que ofrece la plasticidad cerebral; el valor de la memoria y de la repetición para crear aprendizajes sólidos; el papel decisivo de las neuronas espejo; el privilegiado lugar que ocupan las emociones en el aprendizaje, etc.

En 1994, Juan Casassus, dirigió una investigación internacional promovida por la UNESCO, sobre los factores que inciden en el aprendizaje. Se analizaron multitud de factores como el nivel sociocultural de las familias, la gestión del centro, la formación del profesorado…, pero, para sorpresa de todos, el factor más relevante se situó en una variable que al inicio de la investigación ni se consideraba: el clima emocional del aula que surge de tres elementos: el docente, el alumnado y las relaciones que se establecen entre ellos. Cuando la educación no considera la emoción, el aprendizaje se tambalea; cuando la educación se focaliza solo en lo cognitivo se deshumaniza y degenera.

Necesitamos centros educativos y hogares con corazón; entornos emocionales y emocionantes. Espacios donde el niño sienta que su necesidad primaria de apego, de caricias (táctiles, visuales, verbales) y afecto está cubierta. El contacto físico afectivo, debe quedarnos ya claro, está, como necesidad básica, al mismo nivel que el agua, la comida, el aire o el descanso, tal y como reflejan los estudios de Claude Steiner, Harlow o René Spitz. Como diría Steiner, sin caricias te mueres, o enfermas.

Docente, madre, padre, consiente que tus emociones se expresen positivamente, escúchalas para atender a tus necesidades y las de los niños, maneja las reacciones negativas y permítete la satisfacción y la sana alegría que disparan los niveles de serotonina, endorfinas y dopamina mejorando tu visión de la vida y la de ellos.

El triángulo muestra ahora también el concepto de Pensamiento ¿Por qué es tan importante aprender a pensar con destreza? La incorporación del Aprendizaje basado en el pensamiento (TBL) pone el acento en el uso eficiente de los procesos cognitivos que median para que la persona pueda aprender, tomar decisiones y resolver problemas de forma diestra. Es un buen momento para enseñar a pensar bien, a decir lo que piensan y pensar lo que dicen, porque lo que cada cual dice de los demás dice más sí mismo que de los otros. Y también para reconocer que hay momentos que solo necesitan sentirse.

En casa podemos tambiénayudar a nuestros niños y jóvenes a planificar los tiempos de estudio y descanso, supervisar su agenda escolar, valorar su esfuerzo y sus logros, asignar responsabilidades en las tareas del hogar, promover el reconocimiento y expresión en familia de las emociones y sentimientos, favorecer el autoconcepto positivo y una adecuada autoestima, proponer juegos o retos cooperativos, relativizar el papel de la victoria en los juegos y en la vida, resolver los conflictos desde el diálogo y el control emocional, ser modelo de respeto y tolerancia ante la diversidad humana, hablar sobre temas de actualidad que les interesen. También podemos animar a que exploren, investiguen y observen lo que les rodea; a que experimenten de manera reflexiva; proponer juegos o actividades de movimiento, bailes, cantar; fomentar que afronten los problemas y busquen soluciones, que aprendan de sus errores; que imaginen proyectos y los lleven a cabo…, y soltar la mano poco a poco.

¿Qué tipo de persona, alumno, hijo… anhelamos? Si haces un listado con las respuestas no te sorprenderá comprobar que la mayor parte de ellas son actitudes y no aptitudes. Llegó el momento de entender que los retos de la educación del siglo XXI, más allá de los contenidos, pasan por aprender a Cooperar; aprender a Pensar con destreza; aprender a Comunicar en muy diferentes formatos y aprender a Ser y Estar, es decir, la inteligencia socioemocional.

¿Lo que hacemos en el centro, en el aula, en el hogar…, se corresponde con ese tipo de persona? No sé si un docente individual tiene poder para cambiar un centro, pero lo que sí sé es que puede cambiar su aula. Y que para que un centro cambie tienen que cambiar las aulas. Y no sé si puedo cambiar a mi familia, ni siquiera si debo hacerlo, pero lo que sí sé es que puedo hacer cambios en mí mismo, y que esos cambios cambiarán, de algún modo, mi familia.

Queremos alumnos y niños felices, pero ¿es suficiente con saber? La falacia de G.I. Joe es una idea desarrollada por Laurie Santos, de la Universidad de Yale, a partir de una popular frase de una serie de dibujos animados americana. Los G.I. Joe, al final de cada episodio daban un consejo sobre civismo a los niños y sentenciaban: “El conocimiento es la mitad de la batalla”. Parece que no es así. Saber que fumar, o usar el móvil al volante, mata no está evitando miles de muertes anuales. Ganar la batalla tiene mucho más que ver, según los estudios de Santos, con la situación, la formación de hábitos y la regulación emocional, y no con el conocimiento mismo. Así que, si queremos niños más felices, creemos situaciones y climas de aula/hogar positivos, incidamos lo suficiente para construir hábitos cotidianos y otorguemos a la educación emocional la relevancia que la investigación le está dando en el éxito académico, profesional y vital del ser humano.

Dice un proverbio africano: Si piensas que eres demasiado pequeño para hacer la diferencia, es que nunca has dormido con un mosquito en tu habitación. Tú puedes ser esa diferencia en tu casa, en tu centro de trabajo.

Referencias

Coll, C. (1997). ¿Qué es el constructivismo? Buenos Aires: Magisterio del Río de la Plata.

Houssaye, J. (1988). Le triangle pédagogique. Berna: Peter Lang

Pinos, M. (2019). Con corazón y cerebro. Aprendizaje basado en la Neurociencia, la emoción y el pensamiento. Sevilla: Caligrama.

Seay, B., Alexander, B. K., & Harlow, H. F. (1964). Maternal behavior of socially deprived Rhesus monkeys. The Journal of Abnormal and Social Psychology, 69(4), 345-354.

Spitz, RA (1951). Las enfermedades psicógenas en la infancia: un intento de su clasificación etiológica. Estudio psicoanalítico del niño, 6, 255-275.

Steiner, C. (2011). La educación emocional. Sevilla: Jeder.

Docencia con corazón y cerebro

En marzo del 2018 publicaba en la revista Forum un artículo sobre el que iba a ser mi próximo libro: Con corazón y cerebro. A un mes vista de la publicación del libro, transcribo aquí el contenido de ese artículo que extraía algunas ideas y fragmentos del libro para justificar que las competencias didácticas, comunicativas, organizativas y científicas, que el mundo actual demanda a la profesión docente, valen de bien poco si no se enraízan en una equilibrada inteligencia emocional construida sobre la base de las inteligencias intrapersonal e interpersonal. Lo que también adelanto es que cuando pienso en el alumnado la conclusión se antoja muy similar.

Qué necesita aprender nuestro alumnado, y cuál es la mejor forma de aprenderlo para enseñarlo así, sigue siendo el gran debate de la Educación que nos llevaría a la cuestión de qué competencias precisa hoy el docente para enseñar, de la manera más eficiente y natural, a los alumnos de este nuevo siglo. Lo que hoy sí parece claro es que por encima de los programas y asignaturas están las necesidades del alumnado (como discente, persona y ciudadano) y que son los procesos de aprendizaje los que deben decidir los de enseñanza, y no a la inversa.

«son los procesos de aprendizaje los que deben decidir los de enseñanza, y no a la inversa «

En un mundo caracterizado por el cambio constante, la globalización, la interculturalidad, los avances tecnológicos, la investigación transdisciplinar, el auge de la economía basada en el conocimiento, la devastación creciente de los recursos del planeta y las desigualdades sociales y culturales, la escuela precisa replantear sus objetivos y formas de trabajo para responder a las demandas de tal complejidad. Se renuevan los saberes y, a la luz de los avances científicos, se ponen en tela de juicio creencias y paradigmas aparentemente incuestionables. Según el científico, y premio Príncipe de Asturias, Pedro Echenique, el conocimiento tecnológico se duplicaba en el 2008 cada dos años; el neurocientífico francés Idriss Aberkane (2017), subraya que el conocimiento disponible por la humanidad se duplica actualmente cada siete años… No entro ahora en si eso es positivo o negativo para el aprendizaje; es lo que hay y habrá que pensar cómo gestionarlo.

Educar para la incertidumbre, como nos anticipó ya Morín (1999), no es ahora una mera opción sino una necesidad a la que no es preciso, ni conveniente, enfrentarse con la pizarra limpia. Lo que veníamos haciendo, las teorías socio-constructivistas que se empezaran a impulsar en los años 90 en España, se consolidan, al momento actual de los avances de las ciencias del aprendizaje y la neurociencia, como un buen punto de partida para incorporar otros planteamientos didácticos ligados a las metodologías activas que aprovechan los conocimientos sobre cómo los alumnos aprenden mejor y qué es lo que el ser humano necesita ahora aprender.

Desde esta perspectiva, y con la cantidad de información disponible actualmente a un solo golpe de clic, se nos antoja arduo vaticinar qué conocimientos y saberes necesitará nuestro alumnado en su vida adulta; lo que sí intuimos es que, en ese futuro y ahora, van a precisar los que ya se viene señalando como los retos de la educación del siglo XXI: aprender a cooperar, aprender a comunicar, aprender a pensar con destreza y aprender a ser y estar.

Aprender a cooperar nos dirige hacia el aprendizaje cooperativo, a asumir responsabilidades, a trabajar en equipos cohesionados y eficientes aprovechando la naturaleza social del cerebro y del aprendizaje. Aprender a comunicar refiere a la comprensión y expresión oral y escrita, pero también a la comunicarse con otros variados formatos icónicos, plásticos, artísticos o corporales y en situaciones múltiples aprovechando los recursos tecnológicos, con confianza en uno mismo, escuchando activamente… Aprender a pensar con destreza orienta el desarrollo cognitivo y el aprendizaje hacia procesos mentales superiores como la toma de decisiones, la resolución de problemas, el pensamiento crítico y creativo o las habilidades meta-cognitivas. Y aprender a ser y estar contempla el valor del corazón, de la educación emocional, para el aprendizaje, el desarrollo sano de la personalidad y la vida en común, apoyando la mejora de las habilidades sociales y los valores propios de la convivencia.

«los retos de la educación del siglo XXI: aprender a cooperar, aprender a comunicar, aprender a pensar con destreza y aprender a ser y estar»

El corazón, o el co-razón, nos habla justamente de eso, del que va al lado de la razón, el que la acompaña necesariamente, porque si la educación se focaliza solo en la cognitivo se deshumaniza y degenera. Las tres ces, corazón, cerebro y cuerpo, además en continua relación con los otros, interactúan equilibradamente en el aprendizaje y la vida al sentir, pensar y actuar, anticipando la necesidad de un modelo de pedagogía del equilibrio entre las distintas, pero simbióticas, facetas del ser humano.

La envergadura y la celeridad de las transformaciones del mundo actual pueden llegar a ser abrumadoras para el docente que intenta mantenerse al día y desanclarse de los usos tradicionales. Pero como decía en esta misma revista hace unos años, “el profesorado no puede ni tiene porqué asumir ese rotundo cambio en soledad. La formación del profesorado promovida desde la administración educativa, y otras entidades, ha de servir de bálsamo que alivie la ansiedad ante el cambio, de fuente de nuevos aprendizajes y recursos, de estímulo a la ilusión” (Pinos, 2012).

John Kennedy Toole escribió La conjura de los necios, un libro extraordinario que no consiguió editar; frustrado, el escritor se suicidó en 1969, a los 32 años. ¿Cuánto debe perseverar una persona para conseguir su sueño? Quién sabe…; quizá, aunque pueda parecer una eternidad, Kennedy con 44, podría haber disfrutado el éxito inmenso que supuso su libro tras su publicación en 1980, y el premio Pulitzer que obtuvo al año siguiente. Fue su madre, la que sí creyó en su sueño y siguió intentando la publicación de la obra. Ya con 79 años de edad consiguió que el libro fuera impreso en una pequeña editorial universitaria. Contra todo pronóstico, el libro alcanzó un éxito de difusión y crítica sin precedentes consagrando a su autor como uno de los mejores escritores del pasado siglo, y a su madre como paradigma de la perseverancia.

¿Con cuántos tropiezos desistimos los docentes, cuántas frustraciones necesitamos para regresar a nuestra zona de confort…? Y aun así, lo que sí se percibe claramente desde la red de formación es que el profesorado, aun colmado por la interminable lista de quehaceres a los que nos enfrentamos a diario, queremos seguir aprendiendo. No son ganas lo que nos falta (hay tanto por aprender…) sino tiempo.

La investigación y las experiencias educativas van asentando principios, métodos y recursos didácticos que buscan responder al reto de aprender a lo largo de la vida en la sociedad de la tecnología y el conocimiento. A día de hoy disponemos de un nutrido elenco de metodologías activas que funcionan y que se ven robustecidas por las aportaciones de la neuroeducación y la educación emocional. Su conocimiento y dominio práctico deberían constituir ya hoy parte del bagaje competencial del nuevo docente. Repasaré brevemente algunos de estos valiosos recursos.

«si la educación se focaliza solo en la cognitivo se deshumaniza y degenera»

– La neurociencia ha confirmado o desmentido la utilidad de ciertas prácticas educativas. Hoy sabemos la importancia del movimiento, del juego y de la práctica de actividad física sobre el desarrollo de las capacidades cognitivas, sociales y emocionales al incidir  sobre la plasticidad cerebral, el aumento de sinápsis neuronales (conexiones nerviosas), de la vascularización del cerebro y de la neurogénesis (Mora, 2013). La investigación del cerebro ha reafirmado la vinculación entre emoción y cognición. Mientras que las reacciones emocionales desagradables perturban las conexiones entre el cerebro cortical, o racional, y el límbico, o emocional, afectando negativamente al aprendizaje o a las relaciones sociales, otras emociones agradables como la curiosidad, la admiración y la seguridad, facilitan el aprendizaje (Aguado, 2014). Sabemos del papel clave de la atención en el aprendizaje y qué emociones y recursos ayudan a activarla. La naturaleza social del cerebro y del aprendizaje ha sido confirmada y ampliamente estudiada por neurocientíficos como Bueno (2017). Y sabemos, por citar un solo ejemplo más, el papel de las neuronas espejo en el aprendizaje por modelaje.

– Si alguna duda quedara respecto al papel de la emoción como catalizador del aprendizaje, demos algún crédito a Eduardo Punset[1] cuando nos dice que la ciencia constata que en el éxito futuro de los adultos el aprendizaje emocional es prioritario sobre el académico, e incluso sobre la tan relevante educación en valores. Es difícil aventurar el peso de estos factores en la vida pero lo que sí asumiría es que, como dicen Caruso y Salovey (2013): “la inteligencia emocional no es lo contrario de la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza. Es la única intersección de ambas”. Seguramente, de las muchas propuestas existentes para la incorporación al aula de la educación emocional, el modelo VEC, Vinculación Emocional Consciente, y sus diez emociones básicas, de Aguado (2014) es en estos momentos, desde mi punto de vista, la propuesta más fundamentada científicamente.

– Otro de los grandes recursos del que hoy disponemos es la línea metodológica del aprendizaje basado en el pensamiento (TBL, Teaching Based Learning). Como expresa su creador, el Dr. Swartz (2013), una de las personalidades más influyentes a nivel mundial en educación, en el TBL se infusiona el aprendizaje del pensamiento con el aprendizaje de los contenidos curriculares. El objetivo es enseñar a comprender y pensar de una forma eficaz y competente usando como soporte los contenidos académicos, de forma que a la vez que el alumnado va aprendiendo éstos aprende también a comparar con destreza, a resolver problemas con eficacia, a tomar buenas decisiones argumentadas, etc. El contenido al servicio del pensamiento y éste al servicio del aprendizaje.

– David Johnson[2], uno de los grandes pioneros a nivel mundial del aprendizaje cooperativo, nos decía hace bien poco que “Si las escuelas promueven la cultura de ser el número uno, a la vez están animando a esos mismos alumnos a desalentar y obstruir los esfuerzos de los otros.”  La antítesis de una escuela inclusiva.  En el reverso de esta visión de la vida y la escuela basada en el enfrentamiento o la exclusión, el trabajo cooperativo persigue que el alumnado interactúe positivamente entre sí, sin oponerse a nadie, para resolver problemas, aprender y alcanzar objetivos comunes.

Llevada la cooperación al terreno del profesorado, como seres sociales que somos y desde la certeza de que hace falta toda la tribu para educar a un niño, no debería contentarme con mejorar individualmente mis competencias profesionales o mi metodología. Solo sintiendo, pensando y actuando (además en ese orden) como claustro y comunidad educativa, desde un proyecto común, podremos llegar a establecer procedimientos consensuados de trabajo que den respuesta a las finalidades definidas y asumidas por el centro.  

– El Aprendizaje Basado en Proyectos aparece como una metodología activa colmada de posibilidades educativas porque se basa en una propuesta didáctica globalizada en la que las tareas y actividades se orientan a la realización de una producción final, haciendo uso de la cooperación y el reto, conectando con situaciones reales y los intereses del alumnado. En el fondo un proyecto lo que busca en contextualizar e integrar los conocimientos para convertirlos en saberes que se aplican y sean transferibles para seguir aprendiendo a lo largo de la vida. Y desde una perspectiva más amplia, multidimensional, también para seguir aprendiendo a lo ancho de la vida (en contextos formales e informales) y a lo profundo de la vida, desde la búsqueda de una comprensión intensa de la realidad que evite los conocimientos superficiales.

– Debemos reconocer que actualmente los apoyos tecnológicos actúan simbióticamente con muchos de nuestros procesos cognitivos de forma que buscamos en dispositivos externos a nuestro cerebro (móvil, ordenador…), información o herramientas (calculadora, editores, generadores de mapas o gráficos, plataformas de trabajo compartido…) que amplifican cuantitativa y cualitativamente nuestra memoria y capacidad de aprendizaje (Pozo, 2016). Solo desde la creencia de que el aprendizaje es un proceso confinado entre los huesos del cráneo se entiende el destierro de estos apoyos externos en el contexto de clase. Si como nos recuerda Pozo (2016), el profesorado usa internet, libros, recursos web, para preparar sus clases, ¿por qué no los puede usar el alumnado, incluso el día del examen?, ¿tememos que copie? Y si es así ¿el problema no será que lo que le pedimos es que meramente repita información, en lugar de que la procese, relacione, explique, aplique, valore…, demostrando así que es capaz de construir conocimiento?

– Si toda decisión metodológica lleva implícita una decisión de evaluación, lo cual parece bastante lógico si admitimos que lo justo sería enseñar y evaluar de la misma manera, parece incuestionable que la evaluación crea realidad. “Sobre el axioma la evaluación crea realidad se fragua uno de los componentes de mayor potencial tanto en la innovación docente como en el conjunto de la praxis educativa” (Sabirón et al. 2011, p. 2), porque el alumno acaba estudiando según cómo se le evalúa.

Que el proceso de evaluación afecta al aprendizaje del alumnado, a su rendimiento, motivación e incluso desarrollo afectivo ha sido puesto de manifiesto por un buen número de investigaciones (Martínez e Hidalgo, 2013), pero para lo bueno y para lo malo; de ahí que la mejora de la evaluación, como parte sustancial del proceso de enseñanza y, sobre todo, de aprendizaje, sea también una cuestión tan relevante como el cambio metodológico.

Con los pies asentados en el presente, me gustaría concluir con una mirada agradecida a un par de frescas ideas del pasado. El pedagogo de la Institución Libre de Enseñanza, Manuel Bartolomé Cossio[3], decía a principios del siglo XX que “a hacer, solo se aprende haciendo, y a indagar y pensar, que es un hacer fundamental, pensando, no pasivamente leyendo, ni contemplativamente escuchando.” Creo que no solo reflexionaba sobre el alumnado sino también sobre nosotros, por eso para afrontar los retos de la escuela del siglo XXI solo podemos aprender haciendo. Si queremos aprender a enseñar de forma cooperativa o por proyectos apliquemos en nuestras aulas el aprendizaje cooperativo o el aprendizaje basado en proyectos. Si como nos dice la investigación, sin emoción no hay aprendizaje, y queremos ser y educar personas emocionalmente equilibradas y flexibles, demos entrada a la educación emocional; no hay otro camino, ni para el alumnado ni para nosotros.

Y como dijo nuestro ilustre paisano Santiago Ramón y Cajal: «Es preciso sacudir enérgicamente el bosque de las neuronas cerebrales adormecidas; es menester hacerlas vibrar con la emoción de lo nuevo e infundirles nobles y elevadas inquietudes.» E insisto, no creo que pensara solo en los niños y niñas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aberkane, I. (2017). Libera tu cerebro. Barcelona: Planeta.

Aguado, R. (2014). Es emocionante saber emocionarse. Madrid: Eos.

Bisquerra, R. (Coord.) et al. (2011) ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y la adolescencia. Esplugues de Llobregat: Hospital Sant Joan de Déu. Recuperado de: http://www.faroshsjd.net.

Bueno, D. (2017). Neurociència per educadors. Barcelona: Associació de Mestres Rosa Sensat.

Caruso, D. y Salovey, P. (2013). El directivo emocionalmente inteligente. Madrid: Edaf.

Martínez, C. A. y Hidalgo, N. (2013). ¿Cómo evalúan los docentes españoles? Estudio multinivel sobre el impacto de las estrategias de evaluación sobre el rendimiento académico. En Investigación e Innovación Educativa al Servicio de Instituciones y Comunidades Globales, Plurales y Diversas. Actas del XVI Congreso Nacional / II Internacional Modelos de Investigación Educativa de la Asociación Interuniversitaria de Investigación Pedagógica. Alicante, 4-6 de septiembre, pp. 812-819. Recuperado de: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4384204

Mora, F. (2013). Neuroeducación: sólo se puede aprender aquello que se ama. Madrid: Alianza Editorial.

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[1] En el prólogo de Bisquerra (Coord.) et al (2011).

[2] Johnson, D. 3/10/2017. Entrevista en el País Digital: https://elpais.com/economia/2017/10/02/actualidad/1506942650_496359.html

[3] Cossio, M. B. (1906). El maestro, la escuela y el material de enseñanza. Madrid: Museo Pedagógico Nacional.